No son los malos pensamientos los que nos hacen perder a Dios, pero sí los son los malos consentimientos.
Por más fuertes que sean las tentaciones del demonio, por más vivas que sean las imaginaciones impropias que asaltan nuestro espíritu, si las rechazamos, no manchan nuestra alma, sino que la hacen cada vez más pura, más fuerte y más querida por Dios.
San Alfonso María de Ligorio en “La práctica del amor a Jesucristo” .
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