“Yo soy el Pan vivo bajado del Cielo”
Domingo XIX del Tiempo Ordinario, domingo 9 de agosto de 2009. (Juan 6, 41-51)Escribe: Monseñor Joao Clá Dias EP (Fundador y Presidente General de los Heraldos del Evangelio)
La Eucaristía: alimento que comunica la virtud vivificante
Recurramos al talento y ciencia teológica de Mons. Guéranger (*) para explicitar los maravillosos efectos sobrenaturales de la Eucaristía sobre cuantos la reciben en condiciones dignas. Como lo propio del alimento es aumentar y conservar la vida, el Verbo de Dios “se hizo alimento vivo y vivificante, bajado de los Cielos. Siendo partícipe de la vida eterna, que recoge directamente del seno del Padre, la carne del Verbo comunica esta vida a quien se alimenta de ella. Lo que es corruptible por naturaleza, dice san Cirilo de Alejandría, no puede ser vivificado salvo por la unión corporal con el cuerpo de Quien es vida por naturaleza. Tal como dos pedazos de cera fundidos por el fuego se convierten en un solo, así ocurre con nosotros y el Cuerpo de Cristo debido a la participación en su precioso Cuerpo y Sangre. […] Así como un poco de levadura hace fermentar toda la masa, en el decir del Apóstol (1 Cor 5, 6), este Cuerpo, al entrar en el nuestro, lo transforma por completo en Sí mismo. No hay nada que pueda ingresar de esta manera en nuestra sustancia corporal, a no ser la comida y la bebida; y éste es el modo, apropiado a su naturaleza, por medio del cual nuestro cuerpo adquiere la virtud vivificante”.
María Mujer Eucarística
Aunque el Evangelio no habla de María, Madre de Jesús, sabemos gracias a la teología y al Magisterio de la Iglesia que fue ella la primera criatura humana en recibir el beneficio de la promesa de Nuestro Señor: “Yo le resucitaré”. Pues María Santísima fue asunta al Cielo en cuerpo y alma.
(*) Monseñor Prosper Guéranger, osb., L’Année Liturgique: Le temps après la Pentecôte, pp.307-308