Monseñor Joao Cla, fundador de los Heraldos del Evangelio recibe condecoración del Papa Benedicto XVI


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SAO PAULO (Brasil), 15 de agosto de 2009.- Durante una solemne y emotiva eucaristía en la fiesta de Nuestra Señora de la Asunción, celebrada en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Fátima, el Cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica entregó, en nombre del Papa Benedicto XVI, la Cruz Pro Ecclesia et Pontífice, a Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, fundador y presidente general de los Heraldos del Evangelio.
Al hacer entrega de esta significativa condecoración el Cardenal Rodé expresó:”Querídisimo Monseñor en el momento de entregarle la condecoración con la cual el Santo Padre quizo premiar sus méritos, me vinieron a la mente las palabras de San Bernardo al inicio de su obra “De Laude Novae Militie” donde el santo de Claraval dice: ‘Hace algún tiempo que se difunde la noticia que un nuevo género de caballería apareció en el mundo’. Y estas palabras pueden ser aplicadas a los tiempos actuales.
En efecto, una nueva caballería nació gracias a usted, no secular pero sí religiosa, con un nuevo ideal de santidad y un heroico empeño por la Iglesia. En esta iniciativa nacida en su noble corazón, no podemos dejar de ver una gracia particular concedida a la Iglesia, un acto de la Divina Providencia, ante las necesidades del mundo de hoy.
El ideal que propone a los suyos, es el de seguir a Cristo en el gran movimiento de los Heraldos del Evangelio, con radicalismo evangélico, combatiendo sin tregua, como dice San Bernardo una doble la batalla, sea contra la carne y la sangre; sea contra los espíritus malignos del mundo invisible. Gracias Monseñor por su noble empeño, gracias por su santa audacia, gracias por su amor apasionado por la Iglesia, gracias por el espléndido ejemplo de su vida. Usted es de la estirpe de los héroes y de los santos”.
Por su parte, Monseñor Joao Scognamiglio Clá, al dirigirse al Cardenal Rodé manifestó en sentidas palabras lo siguiente: “Esta condecoración, esta medalla, para mí y para nosotros los Heraldos del Evangelio, y la Sociedad de Vida Apostólica que tenemos la gracia, la honra de conducir, llega en un momento muy oportuno y nos llena de alegría porque, como Su Eminencia decía en el sermón durante la ecuaristía, quedó patente un punto de nuestro carisma. Ese punto, de gran destaque, es nuestra devoción a la Santísima Virgen, pues tenemos un empeño total de tener en relación a Ella una entrega completa.
Debo dedicar también estas palabras a otro punto fundamental que es, cómo consideramos al Sumo Pontífice. Yo fui criado, fui formado, fui beneficiado, por un líder católico de aquí, de Brasil, llamado Plinio Correa de Oliveira que me enseñó a amar el Papa, entre otras cosas. Plinio Correa tiene un pronunciamiento de 1944, en el semanario O Legionário, órgano oficioso de la arquidiócesis de Sao Paulo, donde dice algo que está en mi corazón y en el corazón de todos los Heraldos, con respecto al Papa: Todo cuanto hay en la Iglesia de santidad, de autoridad, de virtud sobrenatural, todo esto, absolutamente todo sin excepción, ni condición, ni restricción, está subordinado, condicionado, dependiente de la unión a la Cátedra de Pedro. Las instituciones más sagradas, las obras más venerables, las tradiciones más santas, las personas más conspicuas, todo en fin, que más genuina y altamente pueda expresar el catolicismo y ornar la Iglesia de Dios, todo eso se torna nulo, estéril, digno del fuego eterno, de la ira de Dios, si es separado del Sumo Pontífice.
Conocemos la parábola de la vid y de los sarmientos. En esa parábola la vid es Nuestro Señor Jesucristo, los sarmientos son los fieles, pero como Nuestro Señor se unió de modo indisoluble a la Cátedra Romana, se puede decir con toda seguridad que la parábola sería verdadera entendiéndose como la vid a la Santa Sede, y los sarmientos como las varias diócesis, las parroquias, órdenes religiosas, familias, pueblos y las personas que constituyen la Iglesia y la cristiandad. Todo esto será totalmente fecundo en la medida en que esté en íntima, calurosa, incondicional unión con la Cátedra de San Pedro. Incondicional, y lo decimos con razón, en moral no hay condicionalismos legítimos. Todo está subordinado a la gran y esencial condición de servir a Dios pero, una vez que el Santo Padre es infalible, la unión a su infalible magisterio sólo puede ser incondicional. Por esto es señal de vigor espiritual una extrema susceptibilidad, una vibractibilidad delicadísima y eficaz, de los fieles por todo cuanto diga respecto a la seguridad, gloria y tranquilidad del Romano Pontífice.
Después del amor a Dios, es este el más alto de los amores que la religión nos enseña, uno y otro amor se confunden. Hasta cuando Santa Juana de Arco fue interrogada por sus perseguidores que querían matarla y que para esto querían hacerle caer en algún error teológico, por medio de preguntas capciosas, ella respondió ‘Cuanto a Cristo y la Iglesia para mí son una única cosa’. Nosotros podemos afirmar que entre el Papa y Jesucristo no hay diferencia, todo lo que dice respecto al Papa está directa, intíma e indisolublemente unido a Jesucristo.
Monseñor Joao Clá concluyó diciendo que la presencia y amistad del Cardenal Franc Rodé, son un símbolo de la unión que los Heraldos del Evangelio tienen con el Papa, más que la propia condecoración Pro Ecclesia et Pontifice.
La condecoración Pro Ecclesia et Pontifice fue instituida por el Papa León XIII, en 1888 para distinguir sacerdotes o laicos por sus cualidades, virtudes o méritos, pero especialmente por su amor a la Santa Iglesia y al Romano Pontífice.

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