San Bernardo de Claraval, el doctor dulcísimo de la Iglesia, fundador de los Cistercienses y gran apóstol mariano, insigne antecesor de San Luis Grignon de Montfort, afirmaba: de Maria nunquam satis -al respecto de Nuestra Señora nunca se dijo ni se dirá lo suficiente.
Pues es a él, propagador de las incomparables perfecciones de la Madre de Dios, se le debe la linda conclusión de la Salve Reina, brotada de sus labios en un momento de éxtasis: ¡”Oh clemente, oh piadosa, oh dulce y siempre Virgen María”!
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